
Erase que erase una vez un bello Reino, rodeado de una muralla abierta a todos, jamás cerraba su puertas.
Tenía grandes y milenarios árboles que daban sombra y fresquito en verano, una fuente con agua de manantial para saciar la sed y el pato Tato caminando libremente, pero calladito porque era mudo. Un día sin saber porqué dejó de decir “cua cua”.
En medio de los bellos jardines, que se esmeraba un buen lacayo en mantener floreados, estaba el hermoso Palacio, muy antiguo.
En él vivía el Rey Piedra, hombre duro donde los haya, y su fiel servidora Satirina. Ellos controlaban todo el Reino con sus fieles ayudantes: Saludable, Lánguida, Achus, Psicotequi y, como no, Virginaria.
Todos los lacayos vivían felices dentro de esa muralla, tanto, que no les importaba pagar los enormes impuestos que cobraba el Rey Piedra, para hacer largos viajes y comprarse bellos carruajes. Muchos querían entrar en el Reino, pero sólo unos pocos eran los privilegiados. Dicen que los hijos de los lacayos eran tan felices, que muchas veces, aun siendo unos niños, no querían salir a jugar en los jardines del Reino. Que raro, si lo que más le gusta a un niño es jugar. Pero el Rey Piedra siempre decía: “prefieren quedarse dentro de sus cabañas de piedra trabajando, antes que salir a jugar”. Y todos se lo creían...
Lánguida amaba mucho a los niños, era una persona incapaz de gritarles, (es que cuando hablaba casi no le salía voz). Cantaba hermosas canciones en valenciano, recitaba en valenciano y les tocaba instrumentos que los niños escuchaban extasiados. Cada vez que venía el Comendador, a inspeccionar el sitio donde dejaba mucho mucho dinero que recaudaba de aquellos que no estaban dentro del Reino, era ella, Languida, quien le acompañaba a dar una vuelta, ya que era la única que tenía esas dotes bilingüistas, y eso era lo que exigía el Comendador, que todos fuesen bilingües. No se lo digaís a nadie, pero sólo lo era Languida. Era una mentirijilla del Rey Piedra.
Ella decoraba todo con temática bilingüe, para agradar y evitar la furia del Comendador, que podía no darles más dinero.
Saludable era una mujer de carácter, asi que lo mejor era tenerla como amiga. Si te la echabas de enemiga era preferible irte del Reino lo más rápido posible, porque al final terminaría echándote, pero con gran furia y haciendote un gran daño. ¡Cuidado con ella!
¡Ay, Achus!, hombre manipulable, bueno de corazón, pero cercenado en su cerebro, en sus ideas. Tenía que pensar lo que el Rey Piedra le dijera que tenía que pensar. Si no era libre en su mente, mucho menos en su acción.
Psicotequis era único en su especie, unido por lazos de sangre al Rey Piedra, entre los dos buscaban la manera de manipular las mentes de aquellos que aún tenían un cerebro tiernito y fácil de influenciar. En sus reuniones en privado, planificaban lo que harían sin que llamara mucho la atención.
Y Virginiana, la preferida del Rey Piedra. No era muy agraciada físicamente, tampoco es que derrochara mucha simpatía, pero decía ser una gran sabia. Constantemente necesitaba decirlo a todos para que se lo creyeran, porque le costaba mucho demostrarlo. Y de verdad, habian algunos que se lo creían.
Al principio todo era armonía y felicidad pero poco a poco, el Rey Piedra fue haciéndose con el poder absoluto, y todas aquellas personas que no estaban con él o que, por alguna circunstancia, podían compartir poder con él, las echaba fuera del Reino, sin importarle las formas, ni los medios utilizados para conseguir su fin. Él quería acabar con la democracia, sólo ansiaba poder, fama y riqueza.
Un buen día aquel hermoso Reino se convirtió en una Insula, que poco a poco se fue perdiendo, es decir, una Insula perdida. Por si alguien no lo sabe, una Insula es un lugar pequeño o un gobierno de poca entidad. ¿Eso es ese reino?
Las puertas, aunque abiertas estaban, al atravesarlas comenzaban a cerrarte tu vida. Tus metas tenían que ser las de ellos, tus ideas tenían que ser las de ellos, tus pensamientos tenían que ser los de ellos, tus gustos tenían que ser los de ellos, tus palabras tenían que ser silenciosas….
Poco a poco te das cuenta de que el Rey Piedra era muy muy mentiroso, siempre decía lo que la gente quería oír en el momento preciso, aunque eso no fuese la verdad, así conseguía todo lo que quería. Era un gran diplomático, con su voz suave y dulce, pero que se transformaba cuando se encolerizaba con los hijos de los lacayos. Su voz, entonces, parecía un gran trueno.
Comenzamos a comprender porqué los niños no querían salir a jugar a los jardines del Reino, porque siempre les estaban diciendo a lo que tenían que jugar y hartos de vivir así, preferían quedarse dentro de sus cabañas de piedra. No les dejaban ser niños, no podían saltar, ni correr, ni gritar, en pocas palabras, no podían hacer las cosas que normalmente hacen los niños cuando juegan. No existía la libertad, todo era planificado.
Todos los años visitaban el Reino personajes de alta alcurnia, grandes sabios, personas que destacaban en sus labores. Miraban alrededor y se quedaban admirados de lo hermoso que era ese Reino, decían que no había otro igual. Eso agrandaba el ego del Rey Piedra, así que cada vez mentía más y más, para que entrara más gente de fuera a ver su hermoso Reino.
A su vez, él seguía conspirando con sus ayudantes, para poder sacar fuera del Reino, a todos aquellos que pudiesen destacar por ser diferentes y todos aquellos que pudiesen, en un momento dado, amotinarse por no aguatar la tiranía de el Rey Piedra. Era un egoísta avaricioso que lo quería todo para él.
Pasaron los años y el Rey Piedra ya casi no podía salir de esas murallas que rodeaban a su Reino, porque cada vez había más gente fuera a la que él había hecho mucho daño con su malicia. Cuando quería ir a algún sitio, él y sus ayudantes, tenían que fijarse primero quienes pululaban por los alrededores, porque muchas veces tenían que salir huyendo del odio que estaban sembrando.
La gente que salía en estampida del reino, solía pasarlo muy mal, soñaban con el Rey Piedra y sus secuaces, se enfermeban, no vivian tranquilos, y muchos, sólo tenían en su mente acabar con ese tirano y la farsa que habia montado a su alrededor.Algunos tenían el valor de tirar alguna piedra que atravesara la muralla, pero enseguida desde dentro respondían tirando decenas de piedras. La gente se encontraba sola ante ese ataque, sola y desamparada porque hasta el comendador estaba a favor de ese reino a pesar de todas la quejas que le llegaban.
Pero desde fuera siempre entreba alguna piedra, que en ocasiones rompía un poco el tejado de las cabañas o del Palacio, a veces daba en alguna pared, también. Ellos, como solían responder tirando más piedras, se iban quedando sin ellas. Así que tenían que echar mano de aquellas que formaban las paredes de las cabañas y de la inmeeeensa muralla. Tantas y tantas tiraban (porque había mucha gente a la que responder) que poco a poco se fueron quedando sin muralla.
Aquella inmensa muralla que los protegía se estaba haciendo cada vez más y más pequeña. Y eso no era bueno para el Rey Piedra, porque de esa manera, al final toooooodos se darían cuenta de su fechorías. Sus secuaces quedarían también al descubierto. ¿Ellos se están dando cuenta de eso? ¿O es que la ambición y el sentirse el Reino más importante, no les deja ver más allá de su muralla?
Tantas piedras tiraron desde dentro, ellos eran más, que la muralla quedó desprotegida. Fuera estaban los hijos de los ex-lacayos que tanto habían sufrido y que sabían que dentro quedaban muchos como ellos que también sufrían y que no habían tenido la suerte que tuvieron ellos de que les salvaran de la ira del Rey Piedra.
Un día un valiente niño dijo que él acabaría con tanta injusticia, que él podía con el Rey Piedra. Todos le dijeron que eso era imposible, muchos ya lo habían intentando y se habían quedado en el camino, un niño jamás podría con ese Reino porque habí mucha gente ciega con mucho poder que los protegía.
El niño muy seguro de sí mismo y que despreciaba las injusticias, decía que no tenía miedo a nada ni a nadie, sólo tienen miedo los que tienen cosas que ocultar, los que hacen cosas malas, los que mienten y como él tenía un corazón puro y limpio, eso le daba la valentía y la fuerza para acabar con la maldad y la injusticia.
El niño recordó las historias, las leyendas y los cuentos que le leyeron en el Reino cuando él estaba dentro. Recordó que siempre ganaban los buenos, siempre se hacía justicia, no había que subestimar al que parecía más débil porque al final siempre vencía la verdad. Así que cogió una pequeña mochila y salió de expedición, se dirigió al Campo Blanco de Silipitranco y oteando por doquier buscaba algo que le ayudara a acabar con el Reino del tirano Rey Piedra.
Fue ogiendo pequeños tesoros que iba metiendo en su pequeña mochila: esto, aquello y un poco de esto otro. Cuando había llenado su pequéña mochila volvió a su casa y volcó todo sobre una mesa. Entre tantas cosas que había encontrado, destacaba una piedra. Era una piedra hermosa que brillaba como si tuviera luz propia, una luz blanca muy brilante, bellisima.
El niño se puso manos a la obra y después de varios ensayos y errores consiguió crear con lo que acabaría con el Reino del tirano.
Se plantó delante de la puerta del Reino, él no sobrepasaba el metro veinte pero tenía una valentía sin medida y pidió que saliera el Rey Piedra para que se enfrentara con él en una lucha muerte.
Nadie salió, pero se escuchaban risas y carcajadas que venían desde dentro. El Rey Piedra, que era muy cobarde, tampoco se asomó porque temía que fuera una trampa, el nunca se enfrentaba a nada porque todo lo hacían sus lacayos o él mimo por detrás, sin que se percatara nadie. Era muy malo pero muy cobarde.
El niño insistió en que saliera el Rey Piedra y comenzaron a tirarle piedras desde dentro, pero éstas eran muy pequeñas ya que cada vez tenían menos.
El niño se había hecho un escudo porque sabía que eran muy cobardes y le atacarían desde sus escondites aunque no sobrepasara el metro veinte con sus piernas huesudas, así que las piedras rebotaban en el escudo que era de un material mágico y hacía que todo lo malo se devolviera con mayor fuerza a quienes lo lanzaban.
Sorprendidos del poder de aquel escudo, dejaron de tirar piedras y se hizo un gran silencio, sólo se escuchaba el sonido del viento que se paseaba entre los restos de las cabañaas.
El niño, en medio del dilencio, sacó de un bolsisllo un tirachinas que se había construído con lo que encontró en su expedición por el Campo Blanco de Silipitranco, y del otro bolsillo sacó aquella maravillosa piedra que brillaba tanto.
Al ver el resplandor de la piedra comenzaron a asomar cabezas por doquier, hipnotizados por aquel brillo jamás visto. Desde lo que quedaba del Palacio asomaba, a un lado del Cartel, el Rey Piedra con sus lacayos preferidos. En ese momento aquel niño que no sobrepasaba el metro veinte, estiró la goma de su tirachinas con aquella piedra que tenía ese brillo jamás visto y sin previo aviso abrió sus dedos dejando escapar la piedra dando certeramente en la frente del Rey Piedra. Éste cayó, desplomándose junto a él su Palacio.
Después del estruendo de la caída del Palacio continuaba el silencio y comenzaron a salir todos de sus escondites, estaban como transpuestos y poco a poco las comisuras de sus labios se fueron estirando dejando salir sonrisas a la vez que sus caras se fueron llenando de la luz que les dio la piedra. Se dieron cuenta de que había un mundo hermoso fuera de sus muros y empezaron a ver la realidad que el Rey Piedra no les dejaba ver.
Y aquel niño fue feliz porque pudo volver con sus amigos de toda la vida, para jugar y ser niños de verdad.
NO PODEMOS DECIR "COLORIN COLORADO ES CUENTO SE HA ACABADADO" HASTA QUE NO SE HAGA REALIDAD....